I
Silencio
Mar
Silencio
Mis pestañas guardan parpadeos,
burbujas de olas porque no emergimos de nostalgia,
y amo en el viento los hermosos soles
-biografía en el otear el mundo,
espejo de agua en lo salvaje-.
Es momento para celebrar la honda pasión sin ceguera,
las caricias para el tiempo de los cuerpos.
Nada inquiete ni perturbe
sobre arena creciente en apetito.
Que se haga nuestra dicha el resto de vigilia.
II
Salgo al jardín con el abrigo rozando las violetas.
Miro la feroz luna que insiste correría
al nacimiento de un deseo en el abismo.
Aún es temprano para decir nuestra semana
en clima de fervor amatorio.
Entre mis rodillas otro universo fueron tus manos
-canción viviente a las dos de la penumbra
aliento sin fecha de culpa
a tu retrato con mejillas coloreadas-.
Qué importante fue decirlo al encender lámpara
y un aliento, para llamarte ávidamente mar.
Se agita el oído al ser andamios en el tacto
sin cerrazón a horizonte por incendio.
Ah, rumbo de loca brújula
la delicia se descifró –y así de golpe-
tu cabello batiendo mis cosquillas.
III
Mi corazón entra deprisa por tus ojos grises.
Y allá va mientras lo miro
estallar en la diminuta selva de tu perfume,
como un loto que se vuelve aroma a que me mueres
y mueres el tiempo seco
y muero en gozo
y entonces, con el rebelde marzo
arribo y permanezco creencia en los días
del buen amor hasta en tiempo de guerras.
La semana se acorta
es que me detengo en el canto de los pájaros
ahogo el vuelo que desde el amanecer asalta
Cada que memoria ofrece tu imagen
y rechina la sonrisa en la comisura de los labios.
IV
Ah, la luna me pervierte
y su calor
agolpa al borde de tus labios
Es entonces ofertorio al aullido
mi boca en la palma
Ah, te digo que la luna
verde con tu olor se expande
y me suenan las gaviotas
cuando tu cuerpo me pronuncia.
V
Fuente delirio fauno y una noche
vente de nuevo y danza
mece luna ante el incienso
porque bulle delirio y nos existe.
Vamos
por el cielo refulgen artificios
espíritus de amantes
estrellas incendiarias.
Esto es manjar para fieras
en giros tras cintura jadeantes
sol a la mar para linces enajena.
Hierve nota satisfecha en alarido
te he dicho que estamos en lo cierto
y esplende.
VI
Y llovió –me digo-
y no salgo
ni vuelvo a las miradas
a través del polvo que acumula
pelo del gato
y alguna hojita del tamarindo.
Afuera nadie sabe
ni tiene que saberlo
que estoy en el recuento de tus manos,
lo imprescindible de tu nombre,
el encierro de la luna entre los dedos.
El aire está lleno de lluvia.
Su libertad salta dolor de jabalina,
fiero enganche al secreto de tu voz,
a su esplendor cuando abrazó mi espalda
y caí respiración en lo devoto,
un tiempo de sol en perspectiva.
Ando con inmenso pudor para hablar de lo nuestro
como niños en castigo de silencio largo.
Bajo destierro inmisericorde de estaciones frondosas, escampa.
Más allá de paredes y el camino que se niega,
no hay espanto y despierta el incendio.
VII
Quizá por una tarde nebulosa,
después de un café u otra bebida
-y para no sentirse cornisa en sobresalto-
cierre mi corazón a las preguntas,
a las horas del veneno en el tiempo que corre y se fatiga.
Quizás este deseo no se sienta aislado
ni cuestioné estación vivida a la providencia
ni la poca de luz y gracia de no haber muerto
Acaso recobre el juicio,
los rayos acomodándose entre las palmeras
al ritmo de tus pasos
y el mar a punto de sentidos.
Mientras el fuego inunda nos hacemos pequeños,
la existencia cabe en un pensamiento con sinceridad oscuro.
Se turna el final hacia la voz de mañana.
Dime pronto que reflejan tus ojos
paciencia ante la brevedad del tiempo
y ardamos.